San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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jueves, 23 de abril de 2009

PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA 22 de abril de 2001

Amados hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

Nos encontramos en este Domingo de Quasimodo o in Albis, después de Pascua. Por seguir al sábado in Albis, que era el día en que los catecúmenos, después de misa, dejaban los vestidos blancos que como muestra de esa pureza bautismal habían recibido el sábado en la noche de la vigilia de la Resurrección, durante toda la octava permanecían con esas vestiduras que dejaban allí mismo donde las habían recibido.

Hoy la Iglesia nos exhorta a permanecer en esa pureza y santidad que evoca la Pascua, mirar hacia el cielo, que si bien vivimos en esta tierra es de paso, como un puente que hay que pasarlo y que sería locura hacer morada en él. El mensaje de la Pascua es ese paso de la muerte a la gloria de nuestro Señor, la manifestación de su divinidad, la prueba de la divinidad de la Iglesia católica, apostólica y romana, con exclusión absoluta de todo falso credo o versión. Hay que profesarlo públicamente en este tiempo de apostasía ecuménica, de herejía ecuménica, que conculca la divinidad de la Iglesia católica por una aberración y falta de fe, tanto en la jerarquía como en el clero.

No se proclaman estas verdades solemnemente en la Pascua, y para mí sería una claudicación y un grave error no hacer el debido llamado de atención, que es lo que deben hacer cardenales y obispos, proclamar la Pascua de nuestro Señor, su victoria, su resurrección, lo que implica que todo lo demás en materia de religión es falso, como lo son todas las otras religiones y credos y creencias que hoy se propagan en nombre del ecumenismo y de la libertad religiosa.

Hay una falta de fe profunda y una falta también de virilidad para defender la fe en medio de estos errores y tinieblas que socavan las verdades esenciales de la doctrina católica y que por no afirmarlas, por no recordarlo, por no tenerlo presente se va perdiendo la fe y nadie dice absolutamente nada. “Todos somos hermanos, todos somos buenos, todos nos salvamos”. ¡Qué herejías! Una detrás de la otra. No somos todos hermanos en la fe, solamente es hermano en la fe el católico, el que tiene a Dios por Padre y a la Virgen por Madre y los protestantes no tienen a la Virgen por Madre. ¡Cuáles hermanos mayores los judíos! Si son deicidas que persiguen a nuestro Señor. Cuántos errores y poca luz; eso un católico no lo puede aceptar y lo debe manifestar so pena de claudicar.

Hoy vemos en el evangelio cosas sorprendentes, los apóstoles encerrados en el cenáculo, con miedo, con pavor ante los judíos malvados que los querían matar y ellos escondidos; tenían fe, pero una fe débil; no habían sido confirmados en esa fe porque no habían recibido la plenitud del Espíritu Santo. Por eso tenían miedo. Esa es la fe que tenemos nosotros, una fe de timoratos. No era sólida en la gracia, en la plenitud del Espíritu Santo, de la confirmación. ¡Qué vergüenza! Una fe endeble. Deberíamos tener una fe fortalecida, como de confirmados, pero hay una claudicación en la confirmación de la fe.

Y vemos que después, cuando los apóstoles fueron confirmados, salió San Pedro y ya no tenía miedo, tampoco los otros apóstoles temían ni a los judíos ni a nadie. Esto nos sirve de ejemplo, porque si los apóstoles tuvieron miedo, cuánto más nosotros que somos más insignificantes que ellos; de ahí la necesidad de recordarlo para mantenernos firmes y fieles como le dice nuestro Señor al incrédulo Santo Tomás: “¿Si no metes tu dedo en mi llaga, no crees?”. ¡Qué cabeza dura! Es decir, si no veo, si no palpo no creo; el mismo que antes de la captura de nuestro Señor había dicho que iría a Jerusalén y moriría con Él. Qué valiente fue; quizás en gracia de eso nuestro Señor le perdonó y le dijo ocho días después: “Mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente”.

Y él reconoció allí la divinidad de nuestro Señor e hizo una proclamación de fe: “Señor mío y Dios mío”. Esta misma proclamación la debemos hacer nosotros cada día para no perder la esencia de la religión católica que está en nuestro Señor y de un modo único y exclusivo como lo dice la epístola de hoy, como lo dice el evangelio de hoy, y que es la condenación de los protestantes, ellos que solamente hablan de las Escrituras y este evangelio les da de bofetones a ellos que se creen sabios y que son brutos e ignorantes, que convencen a personas más brutas y más ignorantes que ellos, como dice el dicho “católico ignorante, seguro protestante”.

Por tal ignorancia religiosa, hoy Colombia está invadida de protestantismo; ignorancia católica en el pueblo a través de los años, sin predicadores que despierten esa conciencia católica basada en la verdad. Está bien hacer novenas, pero la religión no se compone sólo de novenarios, se compone de la doctrina católica, porque si no, terminando una novena le colocan otra vela al diablo valiéndose del indio amazónico, el brujo y el curandero, santerías con ungüentos de lo uno y lo otro, pirámides de buena suerte, ignorancia crasa que se paga con infidelidad y apostasía; católico ignorante es seguro protestante, por culpa de un clero mediocre y sin teología.

El sacerdote tiene el deber de estudiar, porque la Iglesia es luz, eso significa el cirio pascual, la luz de Cristo que debe iluminar al mundo. ¿Pero si el clero no ilumina con la verdad cómo entonces el mundo y la gente van a mantenerse en la verdad? El principal deber de la Iglesia y del clero es ser la luz de Cristo, luz sobrenatural. ¿Y qué es lo que vemos sino un clero decadente, que Dios vomita porque no es ni frío ni caliente, sino tibio? Esto forma parte de la crisis desoladora en la cual un pequeño rebaño tendrá que mantenerse fiel como un faro, dando luz en medio de la tempestad.

Dice también el evangelio leído hoy, que solamente se perdonan los pecados con el sacramento de la penitencia o confesión, cosa que niegan los protestantes; ellos que “saben tanto”, que lean a San Juan, a ver qué hacen con ese sacramento: “Se perdonarán los pecados a aquellos a quienes los perdonéis; y se les retendrán a aquellos a quienes se los retengáis”. ¿Qué respondería Lutero o cualquier otro protestante contra estas palabras textuales? Esto lo tienen que saber bien los fieles para defenderse. No todo lo que hizo nuestro Señor está escrito, porque muchas cosas hizo el Señor y solamente se escribieron algunas para que den luz y verdad, luego no solamente es la Biblia o las Sagradas Escrituras, sino también la palabra que no está escrita y que es la Tradición, son las Escrituras y la Tradición, la revelación escrita y la revelación oral. La Tradición de la Iglesia conculcada y rechazada hoy por el modernismo de cuño protestante que impera dentro de la Iglesia o de lo que cree denominarse Iglesia, pues al profesar tales herejías deja de ser Iglesia.

La Iglesia es santa y pertenecemos a ella por la fe, pero si perdemos la fe, dejamos de pertenecer a ella; no todo el que dice “Señor, Señor” se salva ni es de Dios, porque la fe de nuestro Señor es lo que da testimonio en nosotros, como dice San Juan; ese testimonio tiene que darse proclamando la fe, pero para proclamarla hay que tenerla y no puede ser una fe cualquiera, tiene que ser una fe firme, consolidada en el Espíritu de Dios, en el Espíritu Santo. Esa es la fe que puede vencer al mundo y no lo que quiere hacer hoy la falsa Iglesia atribuyéndose las prerrogativas de la verdad y de Dios para destruirla; no una Iglesia que se convierte al mundo sino que vence al mundo con la fe. Pero se ha claudicado en esa fe, por eso insisten en hacer desaparecer toda distinción entre Iglesia y mundo y vemos cómo contradicen las Escrituras, tanto en la epístola como en el evangelio de hoy.

No es ningún invento, son deducciones de una simple lectura de los hechos con un poco de fe en lo que hoy acabamos de leer. Si queremos vencer al mundo tendrá que ser con la fe, porque no será con otra cosa, dinero, armas o violencia que se nos prometió, sino con la fe y la fe en Cristo Jesús, el Verbo de Dios, la Palabra del Padre Eterno. Que nos queden grabadas estas verdades para mantenernos fieles y podamos, aun viviendo en este mundo, no estar adheridos a él, sino con la mirada puesta en el cielo, en las cosas de Dios, en las cosas del Padre Eterno y poder sufrir con paciencia toda esta miseria; iniquidad ya anunciada por las verdaderas apariciones de nuestra Señora, en La Salette, Fátima, Lourdes y Siracusa; no debemos perder el horizonte, el norte, nuestra mirada en Dios, en el cielo y no en tan miserable y efímera tierra, y vivamos desprendidos de todo lo terrenal deseando y anhelando las cosas de Dios por encima de todo.
Pidamos a nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a perseverar en el amor a nuestro Señor y que conservemos en nuestro corazón todas estas cosas que son para nuestra salvación y para la mayor gloria de Dios.

BASILIO MERAMO PBRO.