San Juan Apocaleta



Difundid Señor, benignamente vuestra luz sobre toda la Iglesia, para que, adoctrinada por vuestro Santo Apóstol y evangelista San Juan, podamos alcanzar los bienes Eternos, te lo pedimos por el Mismo. JesuCristo Nuestro Señor, Tu Hijo, que contigo Vive y Reina en unidad del Espíritu Santo, Siendo DIOS por los Siglos de los siglos.












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"Sancte Pio Decime" Gloriose Patrone, ora pro nobis.





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viernes, 27 de febrero de 2009

QUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA 28 de mayo de 2000

Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

En este último domingo después de Pascua el Evangelio nos recuerda el valor de la oración. Nuestro Señor nos dice que hagamos la oración al Padre en Su nombre, en el nombre de El, su Hijo. De entrada se ve cómo no puede haber oración dirigida a Dios Padre sin ser dirigida en el nombre de Jesús, porque únicamente en el nombre de Jesús hay verdadera oración. Todo lo que pidamos en el nombre de Jesús, el Padre nos lo otorgará. Nos puede costar comprender esto porque muchas veces pedimos y no se nos concede lo pedido, pero Nuestro Señor nos dice que le pidamos para que nuestro gozo sea completo, y el gozo de nuestra alma está precisamente en Dios, debe estar en Dios y no en el mundo, no en nosotros mismos. Esta es la razón por la cual la mayoría de las veces lo pedido no se nos otorga, ya que cuando pedimos la oración está manchada, no es una oración pura y desinteresada que busca a Dios, sino que se busca a sí misma, es decir, no busco la salvación de mi alma sino que me busco a mí mismo; no busco a Dios, por tanto, no podrá el gozo ser completo. La exclusividad de Dios, pedir a Dios, no pedir al mundo, no pedirnos a nosotros mismos, por esto muchas cosas que nos parecen lícitas o buenas en realidad no lo son, porque esa cosa buena me llena de orgullo, me llena de vanidad, me
llena de mundo, no me sirve, de ahí viene la necesidad del desprendimiento, de pedir a Dios con desprendimiento de todo lo que no sea Dios, de todo lo que sea criatura, para que esa oración sea acepta a Dios, sea agradable a Dios.


La oración debe ser entonces en el nombre de Cristo y no en el nombre de Buda, ni en el de Mahoma, ni en el de Confucio, ni en el nombre de todas las falsas religiones, ni aun en el nombre del dios de los protestantes que se dicen cristianos; ese no es el verdadero Dios. -No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entra en el reino de los cielos-. Hay que tener una verdadera noción de Dios y de Jesucristo que las falsas religiones no la tienen y los cristianos que son protestantes, tampoco la tienen, porque no poseen la noción del Cristo completo como El es, con su Iglesia, con su Santa Madre y con sus santos que son los amigos de Cristo, y es eso lo que no aceptan los protestantes. Entonces, ¿cómo va el Rey a querer a aquellos que no aceptan a la Madre del Rey, que la ultrajan, que no le aceptan a sus amigos los santos? De ahí la necesidad devolver a considerar esa demanda de exclusividad de Dios y de Cristo Nuestro Señor para que la oración tenga el valor que El mismo nos promete, para que sea eficaz, para que haya correspondencia y después, también en el tiempo, yo pueda pedir algo bueno, estar maduro para recibirlo, estar propicio, más receptivo. Dios nos hace esperar.


Todas estas cosas debemos tener en cuenta para no desanimarnos en la oración, y siempre y constantemente pedir a Dios que nos dé su amor; en esto consiste el gozo completo, lo que nos hace felices, el mismo amor de Dios. Nuestro Señor dice que no hará falta pedirle o recordarle al Padre que nos ame: Él lo sabe, Él ya nos ama porque hemos creído en Él. Es necesario creer en
Jesucristo para estar seguros de que somos amados por el Padre eterno, vivir en ese amor de Cristo. Sabiéndonos amados por Nuestro Padre en el cielo, porque hemos creído que Nuestro Señor Jesucristo salió de Dios, salió del Padre -es uno de los grandes misterios-, no solamente conocemos el misterio de la Encarnación; también ha sido revelado el misterio de la filiación divina: como la Segunda Persona -el Hijo- sale, procede del Padre; tengamos esto
presente para que nuestro amor se mantenga como una llama ardiente y así ilumine nuestra vida mientras esperamos aquí abajo que nuestro gozo sea completo en el cielo. +

BASILIO MERAMO PBRO.